lunes, julio 28, 2008

ALEXANDRE GAULTIER.Radicalismo a la francesa.







Formado muy clásicamente con Michel Roth en Lasserre, y con Régis Marcon, pero sobretodo aupado por el mismísimo Ducasse, Alexandre no parecía predestinado a jugar los " enfants terribles" de la joven cocina francesa.
Pero con sólo 29 años ya es Premio Revelación 2006 en la primera edición de la guía Carnet de Route y nº 7 en la lista de los mejores chefs creativos franceses. Entusiasma a los periodistas del movimiento Omnivore que encuentran en Alexandre a uno de los representantes más brillantes y más rompedor de su generación . En el 2003 renuncia a un futuro prometedor en la gran hostelería francesa para recoger el guante y relevar a su padre, Roland , en la posada familiar de La Grenouillère. El año anterior la casa perdió la estrella y para el joven Alexandre, no cabe la prudencia. Descarta la línea continuista de la cocina paterna y elige la ruptura.
La recompensa a esta apuesta por la modernidad llegará cinco años más tarde, este año 2008 con la recuperación de la estrella perdida.
Gauthier es fogoso , entusiasta y con ganas de comerse el mundo. Con sus palabras atropelladas, intenta comunicar sus ideas. Invoca el producto, claro está. Estamos en Francia y nadie se puede desprender de esta devoción atávica hacia la sacrosanta materia prima pero enseguida acompaña sus palabras de un discurso anti-terroir deliberado. Estamos en el Norte de Francia , en Artois, una región donde no abunda la variedad en cuanto a productos de la tierra. Cuando llega el invierno, es el momento de los tubérculos : rutabagas, topinambos, coliflores, chirivías y evidentemente la famosa patata "ratte". Aunque domine perfectamente la cocina de los vegetales, no quiere que este " terroir " limite su creatividad. Encontrará su mejor despensa en el mar, aunque a veces tenga que traer lo mejor desde la lejana Bretaña : el bogavante azul, las navajas, las conchas finas …Pero también el más humilde berberecho que combina, enteramente crudo, con finas láminas de fresones verdes y almendras tiernas.





Le gusta el juego evidentemente como lo demuestra en sus "falsas " patatas fritas (¡son de arroz!) con bearnesa al jengibre o su falso carbón de pan con tinta que rodea a la sepia a la brasa, pero no quiere caer en el gadget." Todo tiene que tener un sentido ".




Dice dominar la " cocina molecular" y haber probado muchas de sus técnicas pero reconoce que no es para él. Sin embargo una esfera de fresa al anís (la llama "canica" ) aparece, como si nada, antes del primer postre.
Pero la modernidad de la cocina de Gauthier no estriba evidentemente allí sino en su minimalismo culinario extremo. Como expresarse con una simple ostra en una infusión de algas y tres hojas de verdolaga o con un guacamole con una brunoise de pepino a la soja.



La lubina llega con un trigo verde, verde porque tierno y verde por el jugo de hierbas que lo "tiñe".






El bogavante a la brasa se presenta en la mesa tapando su "desnudez" con ramas de enebro fresco, pero sin más aportación que este simple aroma. Este marisco despojado, que el camarero invita a comer "salvajemente" con los dedos, encierra también un mensaje de "modernidad" a pesar de su escenografía primitiva.


Pepinillo fresco con tarama al estragón y tocino.


Este laconismo culinario tan extremo se volverá a encontrar en la molleja de ternera pochada en leche con la aportación triplemente desengrasante de una gelatina , un caramelo y de un zumó de limón. Para los que tenemos como referencia, en nuestro imaginario gustativo a la molleja braseada y lacada en su jugo, el choque es importante.




El pichón con grosella-remolacha .Cocción sangrante,provocativa, casí pornográfica...



La cocina de Gauthier transita por una vía culinaria radical, alejada de cualquier complacencia con la clientela algo timorata de la región, que encontrará en el decorado rústico-kitch de la posada el punto de agarre tranquilizador que difícilmente encuentra en el plato.







Alexandre arriesga como un equilibrista de los sabores, al límite de la caída.
Las ranas, que dan el nombre al lugar, permanecen aún en la carta, con ajo y perejil. Ultimo guiño al pasado en medio de esta neococina de vanguardia.
La presencia batracea en cambio es omnipresente, invade cada rincón de las salas en forma de estatuillas o de dibujos.
Presencia inmutable, como lo es el entramado de las vigas de madera que rodea al cliente. Un decorado de la nostalgia confrontado a la estética de una cocina que mira al futuro.
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Frutas con natillas y polen.



Tarta de fresa con polvo de peladillas y oro. Emplatado decentrado recurrente en la estética de A.G.


Chocolate y helado de trufa negra. Minimalismo conceptual y estético.


Auberge de La Grenouillère
19 rue Grenouillère
62170 La-Madeleine-sous-Montreuil
Tfno. 00-33/(0)3 21 06 07 22
http://www.lagrenouillere.fr/

sábado, julio 26, 2008

HERTOG JAN


























La sorpresa puede ser un condicionante fundamental a la hora de emocionarse o simplemente de disfrutar en un restaurante. Es lo que me pasó hace unos días en las afueras de la magnífica ciudad de Brujas ( Flandes belgas) en el restaurante Hertog Jan. Realmente mis expectativas no eran muy grandes. Si algunos comentarios elogiosos por parte de Rafael García Santos en su guía digital de LoMejordelaGastronomía fueron determinantes a la hora de elegir este restaurante, mi pequeña desconfianza respeto a las hipérboles fáciles de nuestro crítico donostiarra no me permitía imaginar la grata sorpresa que me esperaba.

Sí, las cosas se mueven en este "país", Bélgica , que , por lo que se lee estos días en la prensa, a duras penas consigue mantener la unidad del " reino ".
¿Cómo desprenderse del peso cargante de la cocina francesa sin emprender ninguna aventura vanguardista descabellada ? Es seguramente lo que se planteó Gert De Mangeleer a la hora de instalarse con su socio el sommelier Joachim Boudens en estas afueras residenciales de Brujas.
Se le ha colgado la etiqueta de experimental porque investigaría la composición de los alimentos para mejor combinación de los sabores. Pues, enhorabuena por esta investigación. Es una de las cocinas más sabrosas, aromática y elegante que he comido últimamente. Aunque todo este trabajo previo que se le atribuye no se traduzca en ningún alarde técnico espectacular.

La salva de cuatro aperitivos fue ya de por sí prometedora. Un emparedado de crujiente de tomate con mousse de parmesano, un brioche de centollo con limón y sésamo, un salpicón de navaja con pepinos, arroz hinchado y mizuna, y ,más que una tapa , una ligera espuma de patata a la vainilla, café y ralladuras de Comté con microplain.
Acidez , toques aromáticos con las hierbas, texturas naturales y potencia gustativa.

El primer plato del menú constituiría un ejemplo de lo que podría ser una modernidad bien entendida :
Sardinas crudas con aros de cebolla crocante, ligeramente encurtida, crema ácida/dulce de limón , láminas de aceitunas verdes, polvo seco de aceitunas negras y mimolette rallada. Un modelo de contraste de sabores y de integración en el emplatado. Unas montañas rusas en la boca.

El bogavante sobre una muselina de patata, brunoise de verduras crudas e infusión de crustáceo a las especias indias fue también un gran momento. Toques de combawa y brotes de albahaca que lejos de cualquier "decoración" gratuita, culminaban la riqueza gustativa del plato.
Agradable el rodaballo con láminas de hinojo crudo y jugo a las especias de la Reunión, pescado que confirma el gusto del chef por las especias orientales, y bien resuelto el pichón con cerezas, almendras tiernas, toques de regaliz y chocolate.
Un postre interesante :leche batida al enebro, sorbete, crema y rocas de limón. Tal vez excesivamente dulces por culpa de la cantidad exagerada de las rocas de azúcar.
Excelente atención por parte del maître-sommelier Joachim Boudens, bien conocedor de la cocina española. Un detalle curioso para destacar :el aperitivo oficial de la casa, al menos el día de mi visita, era un cocktail a base de cava catalán.



miércoles, julio 23, 2008

OUD SLUIS. La Zelanda global de Sergio Herman.



Sergio Herman reconoce su admiración por Nobu y Tetsuya Wakuda y es sin duda lo que se refleja en su cocina. Productos de Zelanda pero influencias del mundo. En este caso más que en ninguno las etiquetas son improcedentes. ¿ Cómo definir si no unos platos que llevan la profusión de hierbas de un Bras, el barroquismo contructivista de un Gagnaire, la fusión sin territorio de un Nobu, algunas técnicas vanguardistas de ElBulli y hasta un plato de cordero (excepcional) que parece provenir directamente de la Nueva Cocina italiana.
Es un poco la impresión que tuve al acabar el largo menú degustación de Oud Sluis, un restaurante galardonado con 3 estrellas desde el 2005, ubicado en el pueblecito de Sluis y regentado por un cocinero inquieto, curioso de nuevos sabores y maestro en el dominio de las técnicas, que vengan de Francia, Oriente o España.
Si su ponencia de Madridfusión 2007 no deslumbró y las fotografías de sus platos en Apicius de noviembre 2006 trasmitían una cierta frialdad técnica y estética, la experiencia que se tiene al degustar su cocina es totalmente diferente. Herman sabe conjugar perfectamente una cierta elegancia contemporánea en el emplatado con una profusión de jugos, emulsiones y condimentaciones que, sin "ensuciar" el plato, consiguen en boca un resultado gustativo espectacular. En ningún momento se sacrifica el sabor a otras consideraciones.

Los sabores están marcados. La omnipresencia de la acidez, los ligeros toques dulces o picantes, el yodo, estructuran los platos y se mezclan con armonía a los diversos perfumes de hierbas que salpican los platos. El resultado : bocados sabrosos, profundamente aromáticos, resaltados por las texturas crocantes de los vegetales y la ligera cremosidad de los aliños.
Los aperitivos ya apuntan maneras. Divertido el snack de teja de paella (que recuerda el socarrat de Quique Dacosta) con crema de chorizo. Y buenísimos tanto el tártar de ostra con limón sobre una corteza crujiente,
el bogavante con quinoa, pimienta verde y jalapeño, el arenque con polvo de tomate, perlas nitro de yuzu y salicornia como los sushi de tártar de atún con espuma crujiente de soja o de pepino con caballa, ginger beer y cilantro fresco.


Productos básicos de Zelanda pero también sabores y técnicas del mundo.

Con el primer plato empiezan las construcciones más complejas. El paladar recibe en unos minutos los bocados de un nem, de un langostino en tempura, de tallarines crudos de sepia, cangrejo seco y marinado , aguacate y lo que me pareció ser por su textura etérea un bulliniano merengue LYO de tinta. Sin contar las hierbas y los cremosos aliños a veces difícilmente identificables que aportan untuosidad al conjunto.


Bueno sin duda el falso sushi de cigala con tofu casero, polvo de té verde y jugo de marisco emulsionado, a pesar de una cierta pastosidad del crustáceo ¿ provocada por su cocción a baja temperatura ?


El plato de pescado estaba compuesto por anguila y lubina. La anguila lacada a la japo con dados de anguila ahumada. La lubina más tradicional . Una raya de crema de hinojo atravesaba el plato .Parecía 2 platos en uno.




¿Por qué no hacer un plato de anguila sola con sus cocciones . La lubina con el puré de hinojo parecía como un mal plato de Nouvelle Cuisine en medio de otro de diferente característica. Aun así, de concepto indefinido, el plato estaba muy bueno.
Tal vez el mejor plato del menú, al menos desde un punto de vista estrictamente gustativo, fue sin lugar a duda, el cordero lechal con polenta, crujiente de polenta, tomate concentrado, hierbas y naranja. Calidad excepcional de la materia prima,


cocción perfecta, y acompañamientos deliciosos. Hasta se agradecía el delicado jugo que le acompañaba. ¡Un plato digno de la mejor Nueva Cocina italiana pero degustado en medio de Holanda!
Tres postres. El primero choco, coco y té, el segundo un cús-cús (autentica sémola) de frutos rojos, albahaca y helado de aloe vera. Interesantes sin duda . En los dos, se hacía uso del nitro. El tercero, tal vez demasiado dulce y con una combinación de sabores complicada : frambuesas en texturas con helado de cacahuete.


Petits-fours muy trabajados. Apenas si tuve tiempo de degustarlos. El menú había durado más de tres horas, con una muy larga espera entre plato y plato. El taxi para regresar a Brujas esperaba ya.
Un comentario sobre algunos emplatados " mironianos" de Sergio Herman. El ensalsado se hace a menudo en forma de círculos de colores que van "manchando" el plato. Pero siempre supeditando la estética al sabor.
Oud Sluis :una Vanguardia eclectica.

lunes, julio 21, 2008

¿ BISTRONOMÍA O BOCATERÍA PIJA ?




Si la bistronomía es como una Alta Cocina "pobre" como la define muy bien Jose Carlos Capel, podríamos llamar Bocatería Pija esta Fast Food para "ricos" que está apareciendo en París o Nueva-York.

Es la parte opuesta a la socialización de lo bueno: hacer que el simple bocata sea, ahora, exclusivo.
La bistronomía fue un intento para acercar a la gastronomía a unas clases medias pauperizadas por la crisis de la guerra del Golfo . Recordemos que este fenómeno data de 1992 cuando Yves Camdeborde, el segundo de cocina de Christian Constant, en el lujoso Crillon de París, decide abrir un restaurante por su cuenta, sin ninguna intención de montar un neobistrot.Luego se hizo de necesidad virtud...


15 años más tarde, ante justamente una nueva crisis, el "rico" toma su revancha y se encanalla en una barra (que al menos quiero imaginar de diseño) para zamparse un sandwich con caviar o un pepito de carne de Kobe y trufa negra.
Y si el "pobre" se puede permitir el lujo de comer sentado, a su ritmo, un menú de excelente nivel culinario por 20€, en cambio el "rico", que está harto de tanta " comodidad" que le rodea en cada momento de su vida, está dispuesto a pagar 100 €, aunque sea en una barra, por una simple relación calidad/rapidez. Un lujo rápido en unos tiempos justamente en que el auténtico lujo debería ser tomarse el tiempo…


La noticia se publica en El País del lunes 21 de julio 2008.
"La auténtica novedad gastronómica en París no son los caracoles ni el foie, sino las hamburguesas, según The New York Times. Eso sí, hamburguesas con alguna nota de nouvelle cuisine y con firma de autor. Sus precios nada tienen que ver con los habituales de comida rápida: empiezan por 35 euros y pueden sobrepasar los 100 por unidad. Los restaurantes franceses siguen así una tendencia que ya había sido puesta en marcha por Ferrán Adriá, que inauguró hace tres años el concepto de fast good (en la imagen). La tendencia también ya ha sido adoptada en EE UU. El restaurante neoyorquino The Wall Street Burger ofrece hamburguesas por 120 euros."
A este precio será Fast (very very ) Good…
Pero una cosa es comer un bocata con buen género pero a un precio razonable , en un Fast Good de Ferran Adriá o en algunos que otro sitio (pocos), y otra cosa bien diferente es la provocación de instalar " garitos de lujo" para alimentar a los yuppies.
En Madrid, el restaurante Estik tenía en su carta hamburguesa de wagyu a 80 €. Dicen que cerró al final del año pasado...

sábado, julio 19, 2008

ESPAÑA Y EL BOCUSE DE ORO


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Artículo muy bien documentado y pedagógico de Jesús Rodriguez en El País del martes 15 de Julio. Refleja la imagen de la Francia más conservadora, que se agarra a sus rituales y los defiende como gato panza arriba. Por eso los ha creado.
Parece una paradoja ver como la persona(Paul Bocuse) que revolucionó la cocina hace 40 años y ayudó , Arzak mediante, a que España emprendiera en 1976 el camino hacia la modernidad , da su nombre a un concurso (El Bocuse de Oro) cuyas reglas conculcan cualquier sentido común culinario. Pero son sus reglas y tienen todo el derecho de mantenerlas.

Todos estos países del norte de Europa se han tomado muy en serio sus intervenciones. Selección rigurosa del candidato, preparación técnica impecable de sus cocineros, apoyos institucionales y profundo conocimiento y aceptación de las reglas del juego.
Por lo visto, nunca ha sido el caso del lado español. Sólo hay que recordar la candidatura de Mario Sandoval, criticada por todos en su momento hasta por los mismos madrileños como Ignasio Medina (en la revista Vino Y Gastronomía). De momento el tipo de selección del candidato no parece el más correcto. Estos últimos años llevamos ya tres candidatos madrileños seleccionados, lo que pone en duda el carácter "español" de esta representación.

Pero sería un error plantearlo sólo como un enfrentamiento entre países. Sabemos también que Francia no es sólo esto. Esta arrogancia, esta prepotencia. Es también , desde la humildad, la insustituible aportación a nuestra cocina que representa Michel Bras . O también el universalismo de un Pierre Gagnaire que se niega a apoyar a la candidatura de su país al reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Universal de la Humanidad. Fue Marc Veyrat quien saludó la creatividad de ElBulli hace ya más de 10 años e incluso tenemos que recordar al reconocimiento de Adriá como mejor cocinero del mundo por parte de Joël Robuchon, aunque aquella pleitesía se rindiera por motivos oportunistas.
Pero es cierto también que muchos cocineros de nuestro país vecino han aprovechado que se les pusiera en bandeja esa duda sobre la salubridad de los alimentos en la alta cocina española, para desprestigiar a lo que empezaba a ser un rival incómodo en la escena gastronómica mundial.
España es aun un país frágil al nivel gastronómico. Son sólo 30 años de andadura y 15 de alta cocina de vanguardia frente a los 300 años de nuestros vecinos. Nos queda mucho camino que recorrer.
Los franceses siguen abriendo negocios en todos los puntos del planeta, exportan una mano de obra cualificada que suministra una buena parte de los cuadros ejecutivos de la alta restauración mundial. España cuenta su presencia en el extranjero, ("física", que no ideológica) , sobre los dedos de una mano: Ruscalleda en Japón, José Andrés en EEUU y Santamaría en Dubai…No sé si Xavier Franco está aun en Pekín. Las nuevas ideas culinarias españolas van penetrando pero son manos de otros países que las van realizando. Como ejemplo simbólico, hasta el chef del Sant Pau en Japón se llama Jérôme Quilboeuf…

En el terreno de la competición culinaria , hemos dejado que nuestros vecinos conserven su primacía. Ahora el Bocuse de Oro se está ramificando al nivel mundial…
Hace ya muchos años que España tenía que haber tomado la iniciativa de crear un concurso de cocina de vanguardia al nivel internacional. Ferran Adriá hubiese sido la persona más indicada para promover este proyecto y coordinar una representación lo más democrática posible de todos los países interesados.
Las nuevas expresiones culinarias de España, Italia, Japón, Méjico, de los países nórdicos pero también de la misma Francia, echan a faltar esta "cancha" de un nuevo tipo para manifestarse. Un concurso, con nuevas reglas del juego (¿qué sentido tiene por ejemplo imponer las materias primas utilizadas en la prueba), un nuevo tipo de valoración, pero también con una nueva ética comercial, debería ser la real alternativa al Bocuse de Oro.
Y sobretodo, si se llevara a cabo este proyecto, no tendría que aparecer como una iniciativa estrictamente española sino una manifestación consensuada entre los países, los críticos y los cocineros de todas partes. No se trata ahora de repetir los errores de Francia. La primera final se podría hacer en Madrid o Barcelona pero convendría que las siguientes estuvieran en Milán, Copenhague o Tokio. Si hace tiempo que Lyon ha dejado de ser la capital gastronómica del mundo, ahora no se trata de reproducir ningún Centro más.

De todo modo, volver a competir en el marco del Bocuse sería adentrarnos en un terreno de arenas movedizas donde no controlamos nada. Independientemente de la salida inoportuna del libro de Santamaría o del nivel culinario de nuestro representante, la cosa saldrá siempre mal .Por mucho que Ángel Palacios fuera este año mejor o peor representante y por mucho que intentará con sus recetas halagar a la filosofía culinaria del jurado ( una crema agria, un tournedós Bella Otero, nombre de una cortesana parisina de origen gallego…),o que renunciara a utilizar técnicas de vanguardia (como espumas etc), no sirvió de nada. El ganador noruego, Geir Skeie, introdujo sin ningún complejo, una esferificación en su preparación y hemos visto el resultado…Al contrario, y que no cabe duda, esta gente sabrá dar la impresión que lo cambian todo, que se modernizan, pero será, como lo dice Lampedusa, para que nada cambie. Serán cambios cosméticos. Los únicos cambios deberán llegar de fuera.

Ahora, y como siempre, no caben victimismos. O, con la ayuda de las nuevas cocinas europeas y mundiales, se crean las bases de un nuevo paradigma competitivo, o bien España (pero también Italia y muchos otros países) serán los eternos out-siders de este concurso.

sábado, julio 12, 2008

DIDIER ELENA en Les Crayères (Reims).











Francia sigue siendo un gran país gastronómico. Es cierto que estos últimos años la irrupción de muchos países en el escenario culinario mundial (ente los cuales destaca sin duda España), ha ensombrecido un poco su indiscutible primacía pasada pero mantiene dos valores que nadie le puede contestar : un savoir-faire profesional intachable y un glamour en la puesta en escena difícilmente igualado.
Didier Elena podría ser un ejemplo de esta profesionalidad de alto nivel a menudo exportada a los cuatro puntos del planeta y Les Crayères representaría este icono del lujo ensoñador que se respira en estos palacetes u hoteles como el Crillon, el hotel de Paris de Monte-Carlo, el hotel du Palais de Biarritz, el Meurice o el Ritz.
Con la particularidad de que las siete hectáreas de parque que rodean a esta edificación de principio de siglo pasado, antes propiedad de la señora Pommery, confiere a este lugar un lujo natural que supera con crece el de los salones dorados y de las lámparas de araña.

Un marco excepcional para una Alta Cocina inteligentemente actualizada y personalizada por Elena(pronunciar Elená), pero que conserva el encanto de estos referentes clásicos como una terrina Montmorency o un albaricoque Melba.
Una cocina que va homenajeando a todas las influencias culinarias que han acompañado la vida corta pero muy rica en experiencias de este discípulo aventajado de Alain Ducasse .
El "vitello tonato", condimento limón-alcaparra o la cigala con macarrón al dente-iodado, brocoletti y aceite de oliva Terre Bormane podrían representar la influencia italiana siempre presente en la cocina ducassiana pero que traiciona también los orígenes monegascos de Didier Elena. La centolla con udon o el salmonete saté-sésamo recuerdan que este cocinero participó en el arranque del Spoon de Paris o de Beige en Tokio.



Como recuerdo de su estancia en Nueva York donde dirigió el 3 estrellas de Ducasse, el Essex House, le gusta mencionar la salsa "B-B-Q" (barbecue) que acompaña su merluza rellena de foie-gras con ensalada de cebollas.
Su tartar de mango verde, aguacate y bellota o su "pluma"( en castellano en el texto de la carta) serán los dos únicos signos de presencia española en su propuesta culinaria.
Elena tiene predilección por los contrastes entre productos lujosos y acompañamientos rústicos y campestres. Pastas , patatas, nabos, "dentelle" de pan, judías blancas o simple tomates (aunque sean "negros de Crimea") van de la mano con mollejas de ternera, salmonetes, bogavantes o corderos lechal.
La gran cocina clásica se une a los sabores simples pero francos de la cocina popular. Los guisantes a la francesa con cangrejos de río, la tarta alsaciana que se corta delante del cliente en los aperitivos, el buey de mar servido con una interpretación de la ensalada " niçoise" constituyen estos guiños al terruño y al sabor campestre que tanto le gusta a su maestro Ducasse que osó en su día introducir los sabores populares de la Provenza entres las paredes doradas del Louis XV de Mónaco.


El postre de pomelo rosa. Excelente en un justo equilibrio entre

lo dulce y lo amargo.



La cocina de Elena desprende sabor, sabor y sabor. Alguna vez incluso excesivo, como en este San Pedro con calamar, olivas negras y reducción potente de bouillabaisse(casi una glace…). El paladar no descansa en ningún momento.
Sólo la lectura de la carta provoca una salivación inmediata. Ningún juego semántico o conceptual que pueda engañar al comensal sobre lo que va a comer. Todo es directo, nítido y evidente. Elena , a la diferencia de su amigo Jean-François Piège, no se deja tentar por las interpretaciones deconstructivas o reconstructivas de los platos clásicos.
Su carta destaca en letras grandes el producto y detalla en letras más pequeñas los acompañamientos subsidiarios.

Sin embargo la " modernidad" y la vigencia de esta cocina no deja lugar a dudas. Cocciones ajustadas, condimentaciones del mundo global sabiamente asociadas a los sabores de la tierra ( ¿cocina "glocal" como lo sugirió en su día su maestro?), presentaciones integradas que facilitan la comprensión degustativa del plato. Todo se conjura para hacer de esta cocina una prolongación perfecta, y totalmente legítima, de lo que fue en su momento la "Nouvelle Cuisine".



El conocimiento de un trozo de nuestra historia culinaria vale bien el esfuerzo de acercarse a Reims, contemplar unos minutos su magnífica catedral gótica, (como siempre en restauración…), visitar una bodega de Champagne y degustar uno de los menús de Les Crayères : 185, 225 y el de 305 € con maridajes , ese día con Champagnes de Mumm con algún millesimé del 99.
Se suele decir que "el conocimiento es dolor". En este caso sólo lo será para la cartera…Didier Elena estará presente en la próxima edición 2009 del Forum Gastròmic de Girona.