CAFÉ 1907. (Barcelona).
CAFÉ 1907. El discreto encanto de la nostalgia
Alma” tal vez podría parecer una palabra demasiado enfática para aplicarse a un restaurante, pero es indudable que hay lugares que tienen una magia especial. Depende a veces de sus paredes, de su historia o de su cocina, pero algo nos dice que estamos inmersos en un mundo único, alejado de estos restaurantes que se abren a golpe de talonario y que se replican al infinito con sus ambientes “neoyorquinos” o falsamente “mediterráneos”. Buques sin capitanes conocidos (con socios capitalistas en segundo plano) que se suelen multiplicar principalmente por Madrid o Barcelona, y cocineros dóciles que ejecutan platos de lo que se podría llamar la “nueva cocina internacional” de este principio de siglo.
Todo es respetable y válido si está bien hecho y no me gustaría trasmitir una impresión negativa sobre este tipo de restauración. Simplemente mis gustos se dirigen en otras direcciones. La cocina con rúbrica, llamada a veces de autor, no forzosamente muy creativa, pero sí personal, es evidentemente mi preferida.
Pero a veces nos topamos con casas de comida o bistrós fuera del tiempo y de las modas que desprenden ese encanto raro, al cual me refería al principio. El aire que se respira en ellos es tan particular que uno está dispuesto a olvidarse (iba a escribir con un poco de paternalismo “perdonar”) los defectos técnicos que pueda contener su cocina.
Siguiendo la recomendación de mi amigo bloguero Manolo Xantana, fui a visitar ayer un pequeño restaurante encaramado en la ladera del Tibidabo, situado a 200 mts de L' ABAC. Está instalado en una preciosa torre modernista que pertenece a un cocinero-restaurador llamado Xavier Sala que ejerció ahí durante 20 años. Desde hace poco su hijo (homónimo), formado en la Escola de Sant Ignasi y después de una larga estancia ante los fogones de este “Café”, ha cogido el relevo y sigue haciendo, como su padre, de puente entre la cocina y la sala.
Una cocina bastante inclasificable que intentaré al menos definir. Dejes afrancesados remitiendo a una culinaria retro que se comía en la Barcelona de “prima della rivoluzione” (gastronómica se entiende), en los años 80, con la presencia icónica de los primeros foie-gras, las ensaladas prensadas que se empezaron a llamar metafóricamente “milhojas” sin que llevaran evidentemente nada de hojaldre, el solomillo al Café de Paris, terminado con el infiernillo delante del cliente como se hacía en el restaurante Finisterre, y el carrito de tartas con su imprescindible Tatin.
Ayer hice este pequeño viaje en el tiempo, en el que encontré esos platos de antaño, con sus fallos técnicos incluidos, pero también sus indudables encantos “vintage”.
Si le añadimos al encanto arquitectónico de la torre, el ambiente de un Café parisino con su barra de mármol y sus fotos de cantantes franceses de los años 60-70, (cuyas “chansons” han acompañado mi adolescencia),
Todo es respetable y válido si está bien hecho y no me gustaría trasmitir una impresión negativa sobre este tipo de restauración. Simplemente mis gustos se dirigen en otras direcciones. La cocina con rúbrica, llamada a veces de autor, no forzosamente muy creativa, pero sí personal, es evidentemente mi preferida.
Pero a veces nos topamos con casas de comida o bistrós fuera del tiempo y de las modas que desprenden ese encanto raro, al cual me refería al principio. El aire que se respira en ellos es tan particular que uno está dispuesto a olvidarse (iba a escribir con un poco de paternalismo “perdonar”) los defectos técnicos que pueda contener su cocina.
Siguiendo la recomendación de mi amigo bloguero Manolo Xantana, fui a visitar ayer un pequeño restaurante encaramado en la ladera del Tibidabo, situado a 200 mts de L' ABAC. Está instalado en una preciosa torre modernista que pertenece a un cocinero-restaurador llamado Xavier Sala que ejerció ahí durante 20 años. Desde hace poco su hijo (homónimo), formado en la Escola de Sant Ignasi y después de una larga estancia ante los fogones de este “Café”, ha cogido el relevo y sigue haciendo, como su padre, de puente entre la cocina y la sala.
Una cocina bastante inclasificable que intentaré al menos definir. Dejes afrancesados remitiendo a una culinaria retro que se comía en la Barcelona de “prima della rivoluzione” (gastronómica se entiende), en los años 80, con la presencia icónica de los primeros foie-gras, las ensaladas prensadas que se empezaron a llamar metafóricamente “milhojas” sin que llevaran evidentemente nada de hojaldre, el solomillo al Café de Paris, terminado con el infiernillo delante del cliente como se hacía en el restaurante Finisterre, y el carrito de tartas con su imprescindible Tatin.
Ayer hice este pequeño viaje en el tiempo, en el que encontré esos platos de antaño, con sus fallos técnicos incluidos, pero también sus indudables encantos “vintage”.
Si le añadimos al encanto arquitectónico de la torre, el ambiente de un Café parisino con su barra de mármol y sus fotos de cantantes franceses de los años 60-70, (cuyas “chansons” han acompañado mi adolescencia),
y la deliciosa terracita del jardín con su frondoso cenador ante del cual se espera ver aparecer a Manet (¿o tal vez Monet, por la luz...?) con su caballete pintando un hipotético “ Déjeuner à la Bonanova”, el cuadro emocional queda perfectamente esbozado, al menos para gente un poco nostálgica como yo.
Ayer se oían las canciones de Georges Brassens mientras íbamos degustando una cremitas de zanahoria y calabacín (en el umbral de la insipidez).
Con muy buena disposición Xavier nos propuso improvisar un pequeño menú degustación a nuestro gusto con cuatro medias raciones.
Ayer se oían las canciones de Georges Brassens mientras íbamos degustando una cremitas de zanahoria y calabacín (en el umbral de la insipidez).
Con muy buena disposición Xavier nos propuso improvisar un pequeño menú degustación a nuestro gusto con cuatro medias raciones.
Milhojas de calabacín con vainas a la plancha, rodajas de queso (no recuerdo el nombre que me dijo) y un agradable aliño.
Raviolis de foie y manzana caramelizada. Una pena, el foie que no soporta los golpes fuertes y prolongados de temperatura estaba medio cortado.¿ Recuerdan el foie con manzana y salsa de Oporto?
En Café 1907, todo es casero evidentemente. El pan de eneldo y mejorana (que sabe curiosamente a canela), las pastas, la repostería… Y las verduras provienen de un huerto ecológico que la familia tiene en Sant Cugat. Esta característica de la casa, el sello “km 0” sería tal vez la parte más actual, más “moderna” de este restaurante. (Café 1907 estará en la nueva guía Slow-Food de Catalunya que se presentará en septiembre en el mercado de la Boquería).
Pescados de la lonja, carnes ecológicas, pollo “pata azul” que se asa entero por encargo y para cuatro personas (60€). ¡Esto sí que tiene mérito! ¿Quién se atreve con esto a parte de Oriol Rovira?
Seguimos el menú con un bacalao con su piel crujiente, espinacas y aceite picante. Aquí nada de bajas temperaturas. Bueno a pesar de su punto algo saladito y de su exceso de aceite.
Muy buena la salsa Café de Paris en la que Xavier mezcló las patatas pajas de la guarnición. De aspecto un poco “guarri cocina” pero muy rico, que es lo que importa. ¿No se suele trabar este tipo de mantequillas preparadas con un poco de nata? La salsa parecía cortada y aumentaba la sensación de grasa. Esto es el tipo de detalle que se podría cuidar más. Sin cambiar de estilo de cocina, se podría tal vez ligerar de grasas, actualizar un poco las recetas y redondear los acabados.
Bien caramelizada la tatín (era una media ración) cuya base consistía en una masa de croissant.
Para completar el postre probamos un trocito de apfel strudel y de tarta de queso hecha con el “mató” elaborado (como la mozzarella de la casa) por el propio cocinero.(No hay foto).
Me gustan los vinos mucho menos alcohólicos...
Raviolis de foie y manzana caramelizada. Una pena, el foie que no soporta los golpes fuertes y prolongados de temperatura estaba medio cortado.¿ Recuerdan el foie con manzana y salsa de Oporto?
En Café 1907, todo es casero evidentemente. El pan de eneldo y mejorana (que sabe curiosamente a canela), las pastas, la repostería… Y las verduras provienen de un huerto ecológico que la familia tiene en Sant Cugat. Esta característica de la casa, el sello “km 0” sería tal vez la parte más actual, más “moderna” de este restaurante. (Café 1907 estará en la nueva guía Slow-Food de Catalunya que se presentará en septiembre en el mercado de la Boquería).
Pescados de la lonja, carnes ecológicas, pollo “pata azul” que se asa entero por encargo y para cuatro personas (60€). ¡Esto sí que tiene mérito! ¿Quién se atreve con esto a parte de Oriol Rovira?
Seguimos el menú con un bacalao con su piel crujiente, espinacas y aceite picante. Aquí nada de bajas temperaturas. Bueno a pesar de su punto algo saladito y de su exceso de aceite.
Muy buena la salsa Café de Paris en la que Xavier mezcló las patatas pajas de la guarnición. De aspecto un poco “guarri cocina” pero muy rico, que es lo que importa. ¿No se suele trabar este tipo de mantequillas preparadas con un poco de nata? La salsa parecía cortada y aumentaba la sensación de grasa. Esto es el tipo de detalle que se podría cuidar más. Sin cambiar de estilo de cocina, se podría tal vez ligerar de grasas, actualizar un poco las recetas y redondear los acabados.
Bien caramelizada la tatín (era una media ración) cuya base consistía en una masa de croissant.
Para completar el postre probamos un trocito de apfel strudel y de tarta de queso hecha con el “mató” elaborado (como la mozzarella de la casa) por el propio cocinero.(No hay foto).
Me gustan los vinos mucho menos alcohólicos...
Recomiendo este restaurante, muy poco conocido en Barcelona (Xavier se apoya únicamente en el boca a oreja) a todo la gente curiosa, que piensa que la palabra “fooding” (mezcla de food + feeling) no solamente se puede aplicar a los sitios “fashion” de ambiente cosmopolita y trendy. Una torre modernista del barrio de la Bonanova puede albergar un sin fin de pequeñas emociones, aunque no tengan que ser todas “gastronómicas”…
Cuenta para 2 personas.
CAFÉ 1907
c/ Císter nº 25
93 418 49 98
Abierto cada día.
Cuenta para 2 personas.
CAFÉ 1907
c/ Císter nº 25
93 418 49 98
Abierto cada día.