La Cocina que le gusta a Quim Monzó
David de Jorge
Quim Monzó
Leo en el blog de Apicius que otra vez nos topamos con la polémica “cocina de vanguardia/ cocina ¿más tradicional?”. La que David de Jorge llama “cocina sin bobadas”. Esta vez el debate nace de un artículo de Quim Monzó en La Vanguardia donde se deshace en elogios precisamente hacia el último libro de David de Jorge, titulado "Con la cocina no se juega", del cual no puedo opinar ya que aun no he podido leerlo.
He notado a veces, por parte de ciertos intelectuales, dos actitudes bien diferenciadas hacia la cocina de vanguardia. Las dos se sustentan casí siempre en un gran desconocimiento de este campo de la actividad humana. La cocina intriga, divierte, interesa a todo este mundo del arte y de la reflexión literaria o filosófica pero nunca hasta el punto que uno de estos intelectuales se tome realmente en serio esta historia. La decía Jean François Revel en su Festin en Palabras. Él , quien era justamente una rara excepción a esta regla, lamentaba que la gastronomía muy pocas veces se merecía ser el objeto de una consideración seria por parte de los grandes intelectuales.
Las dos actitudes a las que me refería antes son las siguientes. O bien una fascinación boba y acrítica hacia la cocina de vanguardia, evidentemente explicable cuando va dirigida hacia un personaje tan destacable como Ferran Adriá, o bien una cerrazón cavernícola que lleva algunos a simplemente enaltecer a la tortilla de patata de su madre y a mitificar los canelones de la abuela.
Como siempre pienso que la virtud está en el término medio.
Los excesos de un cierto “terrorismo” vanguardista mal expresado han provocado una feroz reacción “termidoriana” liderada equivocadamente a mi juicio por Santamaría o por críticos mucho más recalcitrantes ( Lorenzo Díaz, Antonio Burgos, etc…).
Digo “equivocadamente” porque , si SS se hubiera limitado a producir propuestas únicamente en positivo, sin descalificar empecinadamente la cocina de los demás, tendría sin duda mucho más adeptos para algunos de sus sensatos comentarios. Pero que no espere que el mundo de los cocineros le siga cuando la inmensa mayoría de la profesión justamente rechaza este tipo de enfrentamiento cainita.
Los que defendemos la vanguardia y la neococina, creativa, de autor, artística o como se la quiera llamar en sus diferente facetas, tenemos que ser los primeros en criticar los abusos y/o aberraciones que se están cometiendo en nombre de una cierta “modernidad” mal digerida. Es la única manera para que los amantes de las trincheras culinarias no encuentren un caldo de cultivo tan propicio para ridiculizar y menospreciar los que crean y exploran nuevos territorios en el campo de la cocina, y esto desde hace siglos, desde Carême hasta Adriá pasando por Guérard o Gagnaire. Tan mala es la crítica indiscriminada de toda modernidad como el papanatismo que aplaude a veces cualquier ocurrencia culinaria. Ya sé que es una postura difícil de defender en un mundo marcado por el maniqueísmo facilón pero no veo otra vía para que podamos salir de esta eterna polémica que nos empieza a cansar a todos.
También me sorprende que David, excelente cocinero de cocina moderna (arrancó el proyecto de Mugaritz al alimón con Andoni Luis Adúriz) insista tanto en demostrar que la única salvación está en el retorno al inmovilismo culinario. La cocina de Martin Berasategui, que apreciamos todos, y él particularmente, no se puede calificar precisamente de “tradicional” o “ clasica” ya que siempre ha sabido aplicar las nuevas técnicas de vanguardia sin alejarse ni del sentido común ni de la ponderación.
Quim Monzó
Leo en el blog de Apicius que otra vez nos topamos con la polémica “cocina de vanguardia/ cocina ¿más tradicional?”. La que David de Jorge llama “cocina sin bobadas”. Esta vez el debate nace de un artículo de Quim Monzó en La Vanguardia donde se deshace en elogios precisamente hacia el último libro de David de Jorge, titulado "Con la cocina no se juega", del cual no puedo opinar ya que aun no he podido leerlo.
He notado a veces, por parte de ciertos intelectuales, dos actitudes bien diferenciadas hacia la cocina de vanguardia. Las dos se sustentan casí siempre en un gran desconocimiento de este campo de la actividad humana. La cocina intriga, divierte, interesa a todo este mundo del arte y de la reflexión literaria o filosófica pero nunca hasta el punto que uno de estos intelectuales se tome realmente en serio esta historia. La decía Jean François Revel en su Festin en Palabras. Él , quien era justamente una rara excepción a esta regla, lamentaba que la gastronomía muy pocas veces se merecía ser el objeto de una consideración seria por parte de los grandes intelectuales.
Las dos actitudes a las que me refería antes son las siguientes. O bien una fascinación boba y acrítica hacia la cocina de vanguardia, evidentemente explicable cuando va dirigida hacia un personaje tan destacable como Ferran Adriá, o bien una cerrazón cavernícola que lleva algunos a simplemente enaltecer a la tortilla de patata de su madre y a mitificar los canelones de la abuela.
Como siempre pienso que la virtud está en el término medio.
Los excesos de un cierto “terrorismo” vanguardista mal expresado han provocado una feroz reacción “termidoriana” liderada equivocadamente a mi juicio por Santamaría o por críticos mucho más recalcitrantes ( Lorenzo Díaz, Antonio Burgos, etc…).
Digo “equivocadamente” porque , si SS se hubiera limitado a producir propuestas únicamente en positivo, sin descalificar empecinadamente la cocina de los demás, tendría sin duda mucho más adeptos para algunos de sus sensatos comentarios. Pero que no espere que el mundo de los cocineros le siga cuando la inmensa mayoría de la profesión justamente rechaza este tipo de enfrentamiento cainita.
Los que defendemos la vanguardia y la neococina, creativa, de autor, artística o como se la quiera llamar en sus diferente facetas, tenemos que ser los primeros en criticar los abusos y/o aberraciones que se están cometiendo en nombre de una cierta “modernidad” mal digerida. Es la única manera para que los amantes de las trincheras culinarias no encuentren un caldo de cultivo tan propicio para ridiculizar y menospreciar los que crean y exploran nuevos territorios en el campo de la cocina, y esto desde hace siglos, desde Carême hasta Adriá pasando por Guérard o Gagnaire. Tan mala es la crítica indiscriminada de toda modernidad como el papanatismo que aplaude a veces cualquier ocurrencia culinaria. Ya sé que es una postura difícil de defender en un mundo marcado por el maniqueísmo facilón pero no veo otra vía para que podamos salir de esta eterna polémica que nos empieza a cansar a todos.
También me sorprende que David, excelente cocinero de cocina moderna (arrancó el proyecto de Mugaritz al alimón con Andoni Luis Adúriz) insista tanto en demostrar que la única salvación está en el retorno al inmovilismo culinario. La cocina de Martin Berasategui, que apreciamos todos, y él particularmente, no se puede calificar precisamente de “tradicional” o “ clasica” ya que siempre ha sabido aplicar las nuevas técnicas de vanguardia sin alejarse ni del sentido común ni de la ponderación.
8 comentarios:
Es curioso pero una vez más estamos ante una situación similar a la producida con la publicación de "La cocina al desnudo", emitir juicios precipitados y chismorreos de barrio tanto sobre la obra como sobre su partidarios y detractores. La verdad como tú bien dices es cansino.
Sus motivos tendrá Quim, para su artículo, tal vez un poco excesivo centrándose en él, tal vez contagiado por el Autor del libro o por una mala pasada en una de esas cocinas de autor. Si bien yo tras mi cena en Mugaritz, sino hubiese dejado un tiempo prudencial para la reflexión habría escrito cosas bastante similares.
El artículo de Apicius en su línea, dejando clara su posición y una vez más prejuzgando, casí seguro que prematuramente. Doy por hecho que no venderan el libro de David de Jorge, de hecho el no es uno de los que les da de comer.
6/11/2010 8:10 p. m.
Precisamente la noche pasada comencé a leer el libro de David de Jorge; me está gustando mucho, aunque ya sabía a lo que iba (ya leí su recomendable libro anterior "Porca Memoria"). Me parece, sobretodo, un libro muy bien escrito, con personalidad, y desternillante. Podrá gustar lo que dice o no, pero lo dice con humor y solo por eso merece la pena leerlo, ya que con humor se puede decir lo que le de a uno la gana. Y sinceramente, dice verdades como puños. Yo personalmento no creo que esté atacando a los 3 o 4 chefs con discurso propio y cuya cocina es relamente personal y/o vanguardista, que haberlos haylos, sino a otros colectivos; a saber:
- A esa ingente masa de cocineros mediocres que bajo la consigna de supuesta cocina de autor nos cuelan una y otra vez las mismas sandeces como si fuésemos idiotas(hartos estamos ya de ver menús que empiezan con arroz inflado con curry y chips de yuca, prosiguen con lubina y pichon y acaban con algún que otro coulant)
- A algunos "egochefs" iluminados a los que se les va la olla y se olvidan que al final de todo tienen que dar de comer cosas ricas, por mucho que lo disfracen de discurso personal.
- A esos gurucillos que organizan congresos gastronómicos rodeados de su séquito personal de cocineros-admiradores. ¿Que se ponen las cosas feas en san sebastián? Pues me voy a Alicante que hace más solecito.
En fin, yo entiendo perfectamente que Monzó le haya encantado el libro, porque denuncia eso que al bueno de Quim tanto le desagrada: el Papanatismo (no olvidemos que su último libro se titula "Esplendor y gloria de la Internacional Papanatas") Creo que De Jorge no escribe contra la cocina molecular ni la cocina de vanguardia; simplemente contra la mala cocina, lo que pasa es que su tono iconoclasta e irreverente pueda molestar a algunos más preocupados por la forma que por el fondo. En todo caso, leed el libro y juzgad vosotros mismos.
De Apicius ya hablaremos otro día...
6/14/2010 9:34 a. m.
Interesantísimo comentario.
Yo también quiero esperar que David se dirige a las cohortes de cocineros que siguen simplemente la moda de una modernidad más asimilida. Pero a veces , queriendo simplemente corregir un defecto, se pasa a una "hipercorrección" que podría alcanzar a muchos cocineros que, aunque no exentos de críticas evidentemente, realizan un trabajo serio sobre lo que se suele llamar "vanguardia culinaria".
6/14/2010 9:58 a. m.
Acabo de comprar "Con la cocina no se juega" de David de Jorge. Por tanto aún no voy a opinar de su contenido (del que algo conozco por una entrevista que Gemma Nierga le hizo al autor en su programa La Ventana de la Cadena Ser)
Sin embargo no me resisto a defender la figura de un jabalí de la cocina como es David de Jorge. Si David no existiese, habría que inventarlo. Sus reflexiones, con forma de eructos desaseados, tiene una enjundia intelectual que tira de espaldas.
Yo quiero ver a gente como David en foros como Madrid Fusión enriqueciendo un debate que constantemente se nos niega.
Yo, que soy de los que me siento a una mesa a disfrutar y ser feliz, soy de los que me cargan los platos con titulitos.
¡Cuánto papanatismo pseudo filosófico invade muchas mesas de cocineros de renombre!
A mí me gusta la actitud iconoclesta de gente como David. Da la sensación que a ciertos restaurantes hay que ir de rodillas y entrar en ellos como si se entrase en catedrales. Yo no lo he hecho nunca.
Me mueve el simple hedonismo y la búsqueda de la emoción a través de la felicidad.
Y por si no hubiera quedado suficientemente claro: nunca renunciaré a la emoción de cenar en El Bulli pero que no me quiten mi pasión por zampar en Can Fabes. Ambos me dan lo que busco: ser feliz.
Salud.
6/14/2010 5:09 p. m.
En esta reseña sólo me refería al artículo de Monzó.
Respeto a David. Disfruté mucho con su Porca Memoria. Y espero pronto leer a su último libro.
Madridfusión le invitó como ponente hace 3 años en una mesa sobre los blogs donde demostró toda su ironía iconoclasta.
En cuanto a una cocina de "seudo vanguardia". Estoy de acuerdo que no todo el mundo puede aceder a la alta cocina de investigación.Qué los que por su trayectoria no encajan en este estilo, no intenten jugar este juego.
Los que disfrutamos con esta cocina, tenemos la obligación de criticarla cuando se pasa de tonterías y no aplaudir cualquier cosa que se nos presente. (No puedo dar ejemplos pero hay muchos).
También creo, que los 4 o 5 cocineros que practican una cocina de investigación y exploran nuevos caminos, deberían relajarse un poco.
Al fin y al cabo, sólo se trata de dar de comer y esta "investigación" culinaria nunca podrá alcanzar la importancia de la médica o científica que, éstas sí, son importantes y cambia la vida de la gente.
6/14/2010 6:51 p. m.
Me han encantado estos comentarios.
Sigo a De Jorge desde Porca memoria. No me gustaba su manera de escribir pero sí lo que decía. Me encantaron los especiales de "Cocina sin bobadas" en ETB y hoy en día intentamos seguir programa diario en la misma cadena.
También le leíamos casi a diario en SOITU, hasta que él y Hasier acabaron empalagados... uno de otro.
En alguna ocasión charlamos digitalmente acerca de sus grandes contradicciones... que al final no eran tantas, comom bien decís. Su grandilocuencia y exageración (todo es exageración en de Jorge) nos llevan a interpretar sus ataques al remilgo como ataques a la vanguardia, cuando no es cierto. Él atacaba las chorradas de las flores y tal... pero adoraba a Aduriz hasta el extremo (yo lo aborrezco).
Quizá es eso, una cuestión de mesura en sus comentarios, pero no se les puede negar un fondo de realidad muy interesante. Ya vale de segundones jugando a ser primeros. Mejor si jugasen a segundones con fundamento. Incluso a terceros de lujo. La comida mejor si bobadas, para disfrute, no para comer en tensión, intentando paladear, sacar sabor y buscar el acierto combinativo a dos tallos de flores que no te dicen na-da.
salud
6/15/2010 9:15 p. m.
En el fondo estamos de acuerdo. No paro de criticar aquí, el uso indiscriminado de flores, germinados, escama de sales etc o los productos que se ponen de moda y se encuentran rápidamente por todas partes. La falta de personalidad es un de los problemas actuales.
6/15/2010 9:24 p. m.
Para mi lo peor de todo es tanta literatura y parafernalia culinaria. De cocinas solo conozco dos: la buena y la mala, y si me apuran hablaría de "platos" buenos/que me gustan y los que no, se trate de los canelones de la abuela o de liebre a la royal.
No me parece que el tema de para mucha más.
9/20/2010 2:30 p. m.
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